Un espacio virtual para compartir palabras con los alumnos del IES San Andrés (León).


martes, 21 de febrero de 2023

El teatro de Antonio Buero Vallejo.

Vida y obra de Antonio Buero Vallejo


Historia de una escalera



Un soñador para el pueblo


Un soñador para un pueblo es la “versión libre de un episodio histórico”, el del motín de Esquilache: conmociones populares en la primavera de 1766, producidas por causas profundas; el desencadenante fue la aplicación drástica de reformas en el uso de las capas y los sombreros. Carlos III tuvo que capitular ante los amotinados y deponer al ministro marqués de Esquilache.

Es la historia de un hombre puro que fracasa en su intento de mejorar la vida de un pueblo. Este hombre es Esquilache, ministro de Carlos III. El pueblo es la España del despotismo ilustrado. Parece que fracasa el político porque el pueblo inmovilista se opone a las reformas. Aparentemente parece la oposición entre el político puro y el pueblo ignorante. Pero en el fondo la oposición entre Esquilache y el pueblo está organizada y querida por un tercer poder oculto: la nobleza inmovilista  representada en el marqués de Ensenada. Las dos víctimas de este tercer poder son Esquilache y el pueblo. EL sueño de Esquilache es de que el pueblo es menor de edad, pero un día alcanzará la mayoría de edad. Frente a esta esperanza de Esquilache, está la idea del poder oculto de que el pueblo “siempre” es menor de edad, incapaz de lucidez, energía ciega de la que nada se puede esperar. Por tanto hay que manejarle para servir intereses privados, controlando su ceguera mediante el uso de ciertos mitos como el nacionalismo y patriotismo. Este poder oculto tiende a convencer al pueblo de que ese el pueblo el que decide por la violencia la marcha de la historia en pro de la patria. EL pueblo, encabezado por Bernardo, cree ser el protagonista del motín, cuando está teledirigido y manipulado por intereses privados ocultos. Esquilache, frente a esta maniobra en la que el pueblo es la víctima, decide retirarse para evitar una guerra civil; pero antes desenmascara a los culpables, entregándolos al juicio del pueblo, único que puede juzgar y condenar.


La fundación ( argumento)


Cinco personajes (Tomás, Tulio, Asel, Lino y Max), que parecen trabajar para un centro de investigación llamado La Fundación, comparten espacio en lo que parece ser una agradable habitación con bonitas vistas. Únicamente un mal olor y la presencia de un enfermo parece perturbar el ambiente. Según se avanza en el desarrollo de los diálogos, se descubre que tal situación no es sino la percepción subjetiva de uno de los personajes, Tomás, a través de cuyos ojos, el espectador conoce que la habitación es en realidad una celda, que La Fundación es la prisión y que los cinco personajes son cinco reclusos condenados a muerte. Se encuentran allí porque el propio Tomás, bajo tortura, delató a sus compañeros de organización. Su sentimiento de culpa provocó que perdiera el sentido de la realidad. Finalmente, la escena queda vacía, retornado su aspecto de habitación lujosa en la que se instalarán nuevos huéspedes.
Se han hecho varias interpretaciones acerca del significado de la obra. Por un lado, supone una crítica hacia la opresión de los regímenes totalitarios, la tortura y la pena de muerte. Por otro lado, existe una interpretación simbólica de la obra, donde se relaciona el vivir con una cárcel en la que permanecemos encerrados bajo la amenaza omnipresente de la muerte. Buero Vallejo señaló que una de sus fuentes de inspiración fue Las nubes1​, un cuento de Azorín perteneciente a su obra Castilla (1912), donde se plantea la teoría del eterno retorno, siguiendo la concepción de Nietzsche. Dicha teoría se presenta en la obra cuando el encargado invita a entrar en el aposento a nuevos visitantes, con los cuales el engaño de La Fundación volverá a comenzar en un eterno retorno de forma imparable.

El tragaluz ( argumento)
El argumento es original y llamativo: dos investigadores, Él y Ella, desde un tiempo futuro, acaso en el siglo XXII o más, se proponen revisar los hechos que ocurrieron mucho antes para tratar de entenderlos y no repetir los mismos errores. Reconstruyen, a través de proyecciones de imagen, sonido, o ambas a la vez circunstancias reales vividas por hombres concretos en un lugar determinado. Lo que se proponen proyectar ante los espectadores son unos acontecimientos vividos en Madrid quince años después de una guerra civil, es decir, justo en el momento de la composición y estreno de la obra. Estos datos los explican los investigadores al público al inicio de la obra. Luego intervendrán en varias ocasiones más, en cada una de las dos partes en que se divide el “experimento”, según reza en el subtítulo.
Lo que el espectador ve ante sus ojos es el experimento, a través de tres espacios simultáneos, donde los personajes actúan, a veces sólo haciendo algo, sin hablar, a veces dialogando entre ellos. Una familia vive en un semisótano dotado de un tragaluz, es decir, una ventana al nivel del suelo de la acera, que el espectador intuye a través de la cuarta pared, por el que entran reflejos y sombras de personas. La familia está compuesta por el padre, hombre que ha perdido el juicio y se dedica a recortar y apilar personas de las revistas; la madre, mujer práctica y contemporizadora que sustenta la familia con su idea repetida de “hay que vivir”; Vicente es el hermano mayor, independizado, exitoso en el mundo económico, pues es ejecutivo de una editorial en plena expansión; y, finalmente, Urbano, quien vive con sus padres, casi recluido en ese hogar tan oscuro y cerrado porque ha renunciado a toda idea de triunfo personal en los aspectos económicos o sociales si significan prescindir de sus ideales humanitarios; al lado, Encarna, la secretaria de la editorial, quien mantiene una relación sentimental simultánea con Mario y con Vicente, forzada por la necesidad de trabajo, de quien finalmente queda embarazada.

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