Comenzamos con este fantástico LIM extraído de El Tinglado. Pincha AQUÍ para acceder al mismo.
Recordamos con el blog Diente de león las cuestiones fundamentales referidas a la métrica.
Debes leerlas antes de hacer los ejercicios.
La métricaes la ciencia que se encarga de determinar estos principios que consiguen que los textos en verso tengan ritmo. Y nosotros vamos a empezar por los dos más sencillos:
1) El número de sílabas:la sílabas no se cuentan exactamente igual en el verso que en la prosa. Hemos de tener en cuenta básicamente dos cosas:
La palabra final de verso:
Si el verso termina en sílaba tónica (es decir, en palabra aguda o monosílabo), hemos de añadir una sílaba más al número de sílabas que nos salgan.
Es/to/ me/ pro/du/ce /mu/ cho/ do/lor: serían diez sílabas, pero como acaba en sílaba tónica, se le añade una (10+1) y el verso pasa a ser de 11
Si el verso termina en palabra esdrújula, hemos de restar una sílaba:
sor/pren/di/do / por/ su/ tez/ e/bur/ne/ a:serían 11 sílabas, pero como acaba en esdrújula, le restamos una y el verso pasa a ser de 10 (11-1)
Las sinalefas: en poesía, cuando una palabra termina por vocal y la siguiente tambien empieza por vocal (o h-, que es una letra muda), esas dos vocales se cuentan en una sola sílaba:
co/moun/ pre/cio/soan/to/jo: verso de siete sílabas en el que hay dos sinalefas
2) La rima: para que dos versos rimen, han de coincidir sus sonidos finales. ¿Pero qué sonidos finales, exactamente? Muy sencillo: a partir de la última vocal acentuada (o lo que es lo mismo: a partir de la vocal de su sílaba tónica), Y para que rimen ,a partir de esa vocal han de repetirse como mínimo, las vocales.
Así, con calor rimarán dolor, canción y voz. (o)
Con hermano rimarán sano, helado y raso. (a-o)
Con pálidorimarán cálido, mecánicoo estático. (á-i-o)
Si coinciden todos los sonidos (vocales y consonantes) a partir de la última vocal acentuada, la rima es consonante (que es la más difícil y la preferida durante siglos por los poetas cultos).
Si se repiten las vocales pero varían las consonantes, la rima es asonante (la más fácil y utilizada en poemas populares)
¿Y qué ocurre cuando a partir de la última vocal tónica sólo hay vocales? Pues que la rima se considera consonante,porque para que sea asonante, han de variar las consonantes (si no varía ningún sonido, y se repiten todos exactamente, aunque sólo sean vocales, la rima es consonante). Por tanto, día y María presentarían rima consonante (no varía ningún sonido a partir de la última vocal acentuada: -ía/-ía)
Por último (de momento) según el número de sílabas tenemos dos tipos de versos, y tenéis que empezar a familiarizaros con el nombre de los versos según su medida:
1) Versos de arte menor: son los que tienen ocho sílabas o menos. Es decir, que son:
el octosílabo (8 sílabas)
el heptasílabo (7 sílabas)
el hexasílabo (6 sílabas)
el pentasílabo (5 sílabas)
el tetrasílabo (4 sílabas)
el trisílabo (3 sílabas)
el bisílabo (2 sílabas; el verso más pequeño que existe en castellano)
2) Versos de arte mayor: son los que tienen nueve sílabas o más. Es decir:
el eneasílabo (9 sílabas)
el decasílabo (10 sílabas)
el endecasílabo (11 sílabas)
el dodecasílabo (12 sílabas)
el alejandrino (14 sílabas)
el hexadecasílabo (16 sílabas)
Hacer el esquema métrico de un poema consiste en representar tanto el número de sílabas como la rima de sus versos. Para ello, pondremos un número (para el número de sílabas) y una letra, común para los versos que rimen entre sí. Si los versos son de arte mayor, esta letra será mayúscula, si son de arte menor, será minúscula.
¡Qué alegre y desvanecido 8a cantas, dulce ruiseñor, (7+1) 8b las venturas de tu amor (7+1) 8b olvidado de tu olvido! 8a
¿Qué era, decidme, la nación que un día, 11A reina del mundo proclamó el destino, 11B la que a todas las zonas extendía 11 A su cetro de oro y su león divino? 11B
La obra se divide en tres actos, en los que se narra, haciendo resaltar el paso del tiempo, la promesa de matrimonio de una provinciana, doña Rosita, con su primo.
Una pareja de novios ha de separarse porque el novio va a emigrar a Argentina, pero antes de separarse se prometen amor eterno a pesar de la distancia que ha de separarles y el tiempo que deben estar sin verse. El tiempo pasa, pero Rosita sigue esperándole, ya que periódicamente va recibiendo las cartas de amor que este le manda. Un día recibe una carta donde le propone en matrimonio, pero a través de unos poderes que él le mandará, sin estar él presente. Esa carta con los papeles nunca llega pero el novio continúa escribiendo. En el último acto, muerto el tío de Rosita, ella le confiesa al ama de su casa que ya sabía que su primo se había casado con una argentina y vivía en Tucumán, que alguien se lo había dicho, sin embargo ella seguía esperando las cartas de amor que su primo le seguía enviando, con la misma ilusión que el primer día.
Según algunos datos aportados la prensa granadina, Lorca construyó la trama de “Doña Rosita la soltera” inspirado en la vida de su prima Clotilde García Picossi, que mantuvo una relación amorosa con su primo hermano Máximo Delgado García,1 que después de casarse con otra mujer en la provincia argentina de Tucumán, seguía enviando correspondencia a Clotilde para hacerle saber que algún día regresaría y se casaría con ella.2
Desde el punto de vista del propio Lorca, esta emotiva historia que está considerada como una de las obras maestras del ámbito teatral del siglo XX y aún despierta el interés de millones de personas alrededor del mundo, no es más que la representación de “la vida mansa por fuera y requemada por dentro de una doncella granadina que, poco a poco, va convirtiéndose en esa cosa grotesca y conmovedora que es una solterona en España
Ya sabes que las fábulas son esos relatos protagonizados por animales humanizados que transmiten algún tipo de enseñanza a la que solemos denominar "moraleja". Vamos a ver qué tal se te dan... Pincha AQUÍ
Durante estos días hemos trabajado la poesía de Gloria Fuertes a partir de sus textos. Para ellos hemos partido de los poemas de su Manual de dibujo, que ilustramos siguiendo al pie de la letra las instrucciones que se derivan de los propios poemas.
Para saber más acerca de quién fue esta poeta madrileña, visitamos previamente su página web a la que puedes acceder pinchando AQUÍ.
Un soñador para un pueblo es la “versión libre de un episodio histórico”, el del motín de Esquilache: conmociones populares en la primavera de 1766, producidas por causas profundas; el desencadenante fue la aplicación drástica de reformas en el uso de las capas y los sombreros. Carlos III tuvo que capitular ante los amotinados y deponer al ministro marqués de Esquilache.
Es la historia de un hombre puro que fracasa en su intento de mejorar la vida de un pueblo. Este hombre es Esquilache, ministro de Carlos III. El pueblo es la España del despotismo ilustrado. Parece que fracasa el político porque el pueblo inmovilista se opone a las reformas. Aparentemente parece la oposición entre el político puro y el pueblo ignorante. Pero en el fondo la oposición entre Esquilache y el pueblo está organizada y querida por un tercer poder oculto: la nobleza inmovilista representada en el marqués de Ensenada. Las dos víctimas de este tercer poder son Esquilache y el pueblo. EL sueño de Esquilache es de que el pueblo es menor de edad, pero un día alcanzará la mayoría de edad. Frente a esta esperanza de Esquilache, está la idea del poder oculto de que el pueblo “siempre” es menor de edad, incapaz de lucidez, energía ciega de la que nada se puede esperar. Por tanto hay que manejarle para servir intereses privados, controlando su ceguera mediante el uso de ciertos mitos como el nacionalismo y patriotismo. Este poder oculto tiende a convencer al pueblo de que ese el pueblo el que decide por la violencia la marcha de la historia en pro de la patria. EL pueblo, encabezado por Bernardo, cree ser el protagonista del motín, cuando está teledirigido y manipulado por intereses privados ocultos. Esquilache, frente a esta maniobra en la que el pueblo es la víctima, decide retirarse para evitar una guerra civil; pero antes desenmascara a los culpables, entregándolos al juicio del pueblo, único que puede juzgar y condenar.
La fundación ( argumento)
Cinco personajes (Tomás, Tulio, Asel, Lino y Max), que parecen trabajar para un centro de investigación llamado La Fundación, comparten espacio en lo que parece ser una agradable habitación con bonitas vistas. Únicamente un mal olor y la presencia de un enfermo parece perturbar el ambiente. Según se avanza en el desarrollo de los diálogos, se descubre que tal situación no es sino la percepción subjetiva de uno de los personajes, Tomás, a través de cuyos ojos, el espectador conoce que la habitación es en realidad una celda, que La Fundación es la prisión y que los cinco personajes son cinco reclusos condenados a muerte. Se encuentran allí porque el propio Tomás, bajo tortura, delató a sus compañeros de organización. Su sentimiento de culpa provocó que perdiera el sentido de la realidad. Finalmente, la escena queda vacía, retornado su aspecto de habitación lujosa en la que se instalarán nuevos huéspedes.
Se han hecho varias interpretaciones acerca del significado de la obra. Por un lado, supone una crítica hacia la opresión de los regímenes totalitarios, la tortura y la pena de muerte. Por otro lado, existe una interpretación simbólica de la obra, donde se relaciona el vivir con una cárcel en la que permanecemos encerrados bajo la amenaza omnipresente de la muerte. Buero Vallejo señaló que una de sus fuentes de inspiración fue Las nubes1, un cuento de Azorín perteneciente a su obra Castilla (1912), donde se plantea la teoría del eterno retorno, siguiendo la concepción de Nietzsche. Dicha teoría se presenta en la obra cuando el encargado invita a entrar en el aposento a nuevos visitantes, con los cuales el engaño de La Fundación volverá a comenzar en un eterno retorno de forma imparable.
El tragaluz ( argumento)
El argumento es original y llamativo: dos investigadores, Él y Ella, desde un tiempo futuro, acaso en el siglo XXII o más, se proponen revisar los hechos que ocurrieron mucho antes para tratar de entenderlos y no repetir los mismos errores. Reconstruyen, a través de proyecciones de imagen, sonido, o ambas a la vez circunstancias reales vividas por hombres concretos en un lugar determinado. Lo que se proponen proyectar ante los espectadores son unos acontecimientos vividos en Madrid quince años después de una guerra civil, es decir, justo en el momento de la composición y estreno de la obra. Estos datos los explican los investigadores al público al inicio de la obra. Luego intervendrán en varias ocasiones más, en cada una de las dos partes en que se divide el “experimento”, según reza en el subtítulo.
Lo que el espectador ve ante sus ojos es el experimento, a través de tres espacios simultáneos, donde los personajes actúan, a veces sólo haciendo algo, sin hablar, a veces dialogando entre ellos. Una familia vive en un semisótano dotado de un tragaluz, es decir, una ventana al nivel del suelo de la acera, que el espectador intuye a través de la cuarta pared, por el que entran reflejos y sombras de personas. La familia está compuesta por el padre, hombre que ha perdido el juicio y se dedica a recortar y apilar personas de las revistas; la madre, mujer práctica y contemporizadora que sustenta la familia con su idea repetida de “hay que vivir”; Vicente es el hermano mayor, independizado, exitoso en el mundo económico, pues es ejecutivo de una editorial en plena expansión; y, finalmente, Urbano, quien vive con sus padres, casi recluido en ese hogar tan oscuro y cerrado porque ha renunciado a toda idea de triunfo personal en los aspectos económicos o sociales si significan prescindir de sus ideales humanitarios; al lado, Encarna, la secretaria de la editorial, quien mantiene una relación sentimental simultánea con Mario y con Vicente, forzada por la necesidad de trabajo, de quien finalmente queda embarazada.
Resumen de la película LosSantosinocentes, una magnífica versión cinematográfica de la novela del mismo nombre de Miguel Delibes.
Los Santos Inocentes narra la historia de una familia, la de Paco, Régula y el hermano de esta, Azarías. Tanto ellos como los hijos del matrimonio viven en una finca cercana al caserío del señorito Iván, al cual sirven.
Azarías es un hombre mayor con una discapacidad. Su comportamiento, en ocasiones extraño, incomoda a su amo, que termina echándolo. Sin embargo, Azarías es una persona muy bondadosa que dedica todo el amor que tiene a los animales, especialmente a la Milana, un polluelo que su sobrino le regala y al que cría con esmero y cariño.
La gran obsesión de Régula y Paco es ofrec erles a sus hijos un futuro prometedor y lejos de la pobreza que ellos han vivido. No obstante, esto no es posible porque, de una manera u otra, terminan siendo solicitados como criados. Así ocurre con Nieves, la menor de sus hijas. La joven entra a servir a Don Pedro y Doña Purita, encargados del caserío pero también a las órdenes del señorito Iván, aunque en un estrato social superior al de la familia protagonista. Allí se entera de que, de puertas para adentro, las relaciones de opresor y oprimidos también existen.
El acontecimiento clave llega un día en el que Paco, que siempre acompañaba a Iván en sus cacerías por su buen olfato y agilidad, sufre un accidente y se rompe una pierna. Su amo trata de que este continúe con su labor, ya que le resultaba de gran ayuda siguiendo el rastro de las aves que cazaba.
Sin otra alternativa, el señorito Iván decide llevarse a Azarías como sustituto. Como es lógico, el resultado no es el mismo y la salida resulta frustrante para el señorito, que no caza nada. Su enfado es tal que, cuando Azarías llama a su Milana, no duda en disparar a pesar de los ruegos de su criado.
Azarías convierte su tristeza, y posiblemente los años de sumisión y humillaciones, en ira, ahorcando al señorito de un árbol y vengándose así del asesinato de la Milana.
En la introducción del volumen Mis páginas mejores, publicado por la Editorial Gredos en 1957, Carmen Laforet, casi siempre reacia a hablar de su vida privada, nos cuenta sus primeros años, antes de la publicación de su novela Nada: Aunque es muy difícil escribir una autobiografía en pocas líneas –y, en realidad, también en muchas-, quiero daros aquí alguna idea de mi propia vida personal antes de que leáis las anotaciones hechas por mí delante de cada uno de mis libros explicando su cronología respecto a mi vida y aquello que me inspiró el deseo de hacerlos.
He nacido en Barcelona, el 6 de septiembre de 1921. En enero de 1944 –a los 22 años- empecé a escribir mi primera novela: Nada.
En el intervalo entre esas dos fechas mi vida se había ido modelando de la siguiente forma:
En 1923 –a punto de cumplir dos años-, fui con mis padres a Canarias. Mi padre era arquitecto y también profesor de la Escuela de Peritaje Industrial. Nuestro traslado a Canarias se debió a necesidades de este profesorado. Yo recuerdo a mi padre muy joven, bien constituido, muy deportista. Tenía la costumbre de fumar en pipa y usaba una excelente mezcla inglesa cuyo olor se ha quedado en mí –así como el de los encerados corredores de la casa de Las Palmas- como uno de los olores inconfundibles de mi infancia.
Mi padre era hijo de sevillanos, de origen nórdico (de origen francés mi abuelo, y vasco mi abuela). Mi padre se había educado en Barcelona. Era un balandrista notable y tenía un barco propio. Había sido campeón de tiro al blanco con pistola en su juventud, y también teníamos en casa copas obtenidas en carreras de bicicletas. El nos enseñó a nadar a mis hermanos y a mí, a soportar fatigas físicas sin quejarnos, a hacer excursiones por el interior de la isla… y a tirar al blanco con pistola, cosa en que yo fui siempre más torpe que mis hermanos.
Mi madre era toledana. Hija de una familia muy humilde, había hecho los estudios de primera enseñanza en la escuela de niñas pobres de unas monjas. Más tarde, obtuvo una beca para estudiar magisterio. Mi padre la conoció como alumna en una época en que él, accidentalmente, dio clases de dibujo en la escuela Normal de Toledo-
Mi madre al casarse tenía dieciocho años; veinte al nacer yo –fui el primer hijo del matrimonio-, y treinta y tres el día en que murió en Canarias. Yo la recuerdo como una mujer menuda, de enorme energía espiritual, de agudísima inteligencia y un sentido castellano, inflexible, del deber. Era una mujer de una elegancia espiritual enorme. Recuerdo también su bondad. Tenía el don de la amistad. En Las Palmas aún hay muchas personas que la querían y la recuerdan vivamente… Ella nos enseñó a mis hermanos y a mí la valentía espiritual de la veracidad, de no dejar las cosas a medias tintas, de saber aceptar las consecuencias de nuestros actos. En mi época de Canarias entran también mis dos hermanos Eduardo y Juan, con quienes siempre me he sentido compenetrada; y entra también más tarde una madrastra, que, a pesar de todas mis resistencias a creer en los cuentos de hadas, me confirmó su veracidad, comportándose como las madrastras de esos cuentos. De ella aprendí que la fantasía siempre es pobre comparada con la realidad. (¡Esto antes de haber leído a Dostoievski!)
En el año 1939 –exactamente en septiembre- volví a Barcelona, donde viví tres años. Después de este periodo vivo en Madrid. He frecuentado –sin terminar ninguna de las dos carreras comenzadas- las Universidades de Barcelona y Madrid. He leído mucho. La vida me ha interesado en todos sus momentos, tanto en los malos como en los buenos. Cuando vuelvo la vista atrás, veo que todos esos años se han combinado para hacerme una persona capaz del difícil don de sentir la felicidad, y humildemente creo que hasta de derramarla en un círculo muy íntimo.
Hasta aquí la historia de una muchacha de veintidós años. De esa época en adelante sabréis todo aquello que tenga conexión con mis libros en las pequeñas notas que he escrito al comenzar los distintos periodos de mi obra. Por estas anotaciones y por los fragmentos de mis libros veréis que, si mis novelas están hechas de mi propia sustancia y reflejan ese mundo que –según os explicaba antes- soy yo, en ninguna de ellas, sin embargo, he querido retratarme.
Efectivamente, a los 18 años, justo al acabar la guerra civil española volvió a Barcelona a casa de sus abuelos- que vivían en la misma calle Aribau donde ella había nacido y en donde está situada su novela, y allí empezó a estudiar la carrera de Filosofía y Letras. Tres años más tarde se trasladó a Madrid donde en unos meses escribiría Nada que, aunque no es una novela estrictamente autobiográfica, es el fruto de sus experiencias en esos años. Cuando escribió Nada, que obtuvo el primer Premio Nadal, tenía 22 años y el éxito que obtuvo en plena juventud marcó su carrera de escritora. Nada fue considerada la mejor novela española contemporánea y el libro más vendido del momento. Recibió también el Premio Fastenrath, de la Real Academia de la Lengua Española en 1948, y el conjunto de elogios que incluía artículos firmados por Juan Ramón Jiménez (de un poema suyo salían el título y la cita inicial de la obra), Ramón Sender, Azorín, y críticos como Melchor Fernández Almagro, José María de Cossío o Pedro Laín Entralgo demuestran el impacto que dentro y fuera de nuestras fronteras tuvo la publicación de un libro que revolucionó el panorama literario de la posguerra española. Actualmente Nada está considerado como un clásico, se reedita de manera continua, es estudiada en los departamentos de español de todo el mundo, ha sido traducida a numerosos países y le ha asegurado a Carmen Laforet un puesto de honor en la historia de la narrativa española.
Cuando se habla de Carmen Laforet siempre se destacan tres cosas: es la autora de Nada, recibió el prestigioso premio Nadal e inmediatamente se hace alusión al silencio en el que culminó su carrera de escritora comparándola en algunos casos al escritor mexicano Juan Rulfo. Pero si bien es cierto que la escritora se retiró voluntariamente del mundo literario de la época, de sus envidias, enemistades y rencillas, y que se la puede considerar una escritora poco prolífica, publicó otras excelentes novelas: en 1952 apareció La isla y los demonios, que tiene como protagonista a una adolescente, Marta Camino, basándose en su propia experiencia juvenil en Las Palmas de Gran Canaria. La mujer nueva (1955) que ganó el Premio Menorca de Novela de 1955 y el Premio Nacional de Literatura de 1956, narra la aventura espiritual de la protagonista y su conversión al catolicismo. En 1963 publicó La insolación. Esta última novela formaba parte de una triología Tres pasos fuera del tiempo que no llegó a completarse. El segundo tomo Al volver la esquina, que ella no se había decidido a publicar, se editó póstumamente en el año 2004. Escribió además, siete novelas cortas, veintidós cuentos, narraciones de viaje e innumerables artículos para periódicos y revistas.
Carmen Laforet se casó en 1946 con el periodista y crítico literario Manuel Cerezales con el que tuvo cinco hijos. El matrimonio se separó en 1970.
En 2003 se publicó Puedo contar contigo, que contiene la relación epistolar entre Carmen Laforet y el escritor Ramón J. Sender, un total de 76 cartas en las que la escritora le cuenta sobre su vida familiar, los hijos, sus dificultades de ser y escribir como mujer, la inseguridad frente a su obra de la que se muestra muy crítica.
Su paulatino distanciamiento de la vida pública se aceleró debido a una enfermedad degenerativa que afectaba a la memoria y que la dejo sin habla en los últimos años de su vida.
En 2009 su hija, Cristina Cerezales publicó el libro Música Blanca en el que, en un diálogo sin palabras con su madre, emprende un recorrido por los senderos de la memoria en el que abundan detalles reveladores que permiten entender en profundidad su vida y su obra.
Carmen Laforet murió en Madrid el 28 de febrero de 2004.